En Nombre de sus Nombres.
Norma Segades
No aullaré de dolor
pariré al viento mi grito de guazábara,
mi grito de guerrillera indómita,
salvaje,
condenada al tormento de la carne horadada por una pica abrupta antes que por ser odio,
por ser hembra;
y por haber alzado rebeliones contra el agravio de sus encomiendas ávidas de cosechas,
de terrones,
de espaldas doblegadas bajo el látigo que traza cicatrices,
nervaduras,
sobre las desolladas obediencias.
Me llaman Ana Soto,
la cacica con dos mil voluntades a su mando escindiendo grilletes,
eslabones.
Me llaman Ana Soto,
la insurgente,
sentenciada a esta muerte,
a esta deshonra de vértices y crestas sin fronteras,
a esta muerte alevosa,
a esta muerte de coágulos oscuros,
de estertores rodando entre los muslos afiebrados,
arrastrando las letras de mi nombre entre los ecos de sus carcajadas que huelen a inmundicia y a blasfemia.
No aullaré de dolor.
Morderé el labio hasta dejar las huellas de los dientes en el hueco amarillo,
en las espiras,
en la médula misma del silencio,
en las esferas rotas del olvido donde he de redimir tanta tiniebla;
desafiando el olor de la derrota a pura luna,
a voluntad tajante,
a zarpazos de arcilla en rebeldía,
presintiendo la edad del latrocinio desde este horror de cruenta empaladura,
esta infamia de vísceras abiertas.
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