AnaSolí.
Nace como el Sol, todos los días.
Cuenta la historia que en el Estado Lara, habitaron las tribus indígenas de los “Gayones” y “Cámagos”; y en el silencio de la noche, retumbaba la voz de una mujer indómita, una mujer sin nombre que perdió su identidad en la inmensidad del cielo y en el verdor al pie de la sierra. Sin embargo, su eco sigue resonando en cada una de su descendencia.
Su nombre indígena, se lo llevó a la muerte, y fue sustituido por el de Ana Soto. Esa identificación fue dada por los Españoles para nombrar al “espanto” que atemorizaba a sus soldados.
La historia ha dejado de manifiesto que Ana Soto era el “Demonio en Pintura”. El invasor que oprimía las tribus del lugar no llegó a ver su figura y tildaron su existencia de leyenda.
Ana Soto,
"Hay que asegurar el maíz", es el alma del pueblo, ese era la motivación de Ana Soto. Y todo viene por la tradición del “Baile de Gracias”, efectuado por los Gayones y Cámagos. En ese baile, ellos daban gracias al poder creador, pedían bendición por la siembra y científicamente (a su pensar) se libraban de plagas, lluvias y vientos. Se adornaban las extremidades con mazorcas amarradas por las hojas, se adornaban la cabeza y la cintura y bailaban.
Ana Soto, representa la estampa brava de la mujer indígena. Su poder y su fuerza no se disminuyen aún después de muerta. Entre nosotros sigue la mirada acechante y al andar silencioso de un fantasma con mirada de jaguar hambriento.
Murió amaneciendo el día 06 de Agosto de 1668; en defensa de su territorio y la libertad de su tribu fue condenada a morir por empalamiento.
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