A los 6 años empezó a trabajar en el poblado: cuidar de los caballos, recoger bayas y nueces, plantar el maíz, el tiro al arco... Jerónimo acababa de iniciarse en la caza cuando murió su padre. Así que fue admitido en el consejo de guerreros a la edad precoz de 17 años, como Hijo del Agua, aprendiz de guerrero. Y se enamoró. Ella se llamaba Alope.
Pero en el verano de 1858, un día en que los guerreros estaban fuera del campamento, los mejicanos exterminaron a mujeres y niños. Jerónimo perdió allí a su mujer y sus hijos. Mangas Coloradas era el jefe de los apaches bedonkohoes. Reunidos en consejo, vieron que nada podían hacer frente a los mejicanos, y partieron esa noche en silencio. Jerónimo quemó todas las pertenencias de Alope, su tipi, y juró vengar a los apaches.
Mediante esa experiencia, Jerónimo recibió, al parecer, un don del Poder que iba a tener un papel importante el resto de su vida. Él describe la aparición de un oso gris de pelos de puntas blancas, que le aseguró que ningún arma de fuego podría jamás matarle y que sus flechas serían guiadas.
El 17 de febrero de 1909, Jerónimo murió en Fort Sill en calidad todavía de prisionero de guerra. Había sido el último gran luchador a favor de la resistencia indígena contra Estados Unidos.
El espíritu de Jerónimo llega entonando místicos cánticos, a la luna, al sol, las estrellas y a todo ser viviente en la naturaleza, su esencia es indivisible así como su poder. En sus ritos suele danzar acompañado de la luz de una hoguera.
Su espíritu gusta de la unión espiritual y de los ritos ancestrales. Es celoso con las materias en quienes incorpora. Bebe amargo, como el cocuy. Regaña cuando debe hacerlo, aconseja y sana.
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